jueves, 20 de diciembre de 2007

CRÓNICA VISITA A PUNTA ARENAS EL PASADO JUEVES 06 Y VIERNES 07 DE DICIEMBRE 2007

CRÓNICA

VISITA DE AGUILAS BLANCAS A LA IV BRIGADA AÉREA.

Treinta aviadores de Águilas Blancas, máxima capacidad posible de transporte, tuvieron el privilegio de acceder a la invitación que se cursara, con la gentileza que siempre ha tenido la Fuerza Aérea de Chile hacia nuestra Institución, para visitar a la IV Brigada Aérea, con asiento en Chabunco, Punta Arenas, XII Región.

Puente de oro, con barandas de platino y cimentaciones de plata, fue el delegado ante la FACH de nuestro Centro, el Coronel de Aviación don Guillermo Navarro Schlotterbeck.

Después del madrugón que todos aceptaron de buena gana, el contingente se reunió en Almirante Barroso, en donde el personal comandado por el Gerente don Mario Gómez, aun antes de las 07:00 horas nos esperaba con un desayuno frugal para los tímidos pero más que suficiente para los audaces, en espera del bus que a las 07:30 aparcó para trasladar a los aviadores hacia el Aeropuerto Arturo Merino Benítez, asiento del Grupo de Aviación N° 10.

Recibidas las tarjetas de embarque, previa comprobación que todos habían llegado, aun los pocos que por sus propios medios convergieron hasta el edificio destinado a tal fin, y antes de las 10:00 comenzó la marcha hacia la aeronave que por el cielo nos conduciría hacia tan remoto paraje de nuestra patria.

Aun quienes muchas veces hayan abordado un avión para realizar un viaje, sienten una recóndita emoción al hacerlo, muchos la disimulan, pero ella siempre se hace presente. Caminando hacia la majestuosa aeronave que nos esperaba mi emoción personal aumento, la duda me hizo vacilar acerca de mis conocimientos: ¿Estaba viendo un Boing 707? Si, pero más allá había un C-130, seguramente iríamos hacia él, pero no, al cortarme el talón de la tarjeta de embarque, el despachador me comunicó: diríjase hacia la primera puerta, y hacia allá íbamos los tres primeros pasajeros prontamente superados por otros más apresurados.

Durante el trayecto los tres primeros cambiamos impresiones: ¿qué es esa especie de estanque de la punta del ala? Eso es precisamente: un estanque, un estanque para reabastecer aviones en vuelo, no había dudas; abordaríamos el tanquero Águila, el mismo que trajo desde Londres al ex presidente de Chile, general don Augusto Pinochet Ugarte.

Recibidos a bordo pude darme cuenta que el personal en sus buzos lucía la escarapela 707, deduje por lo tanto, que al igual que los pilotos este personal es el mismo con la capacidad suficiente para ejecutar las maniobras de abastecimiento en pleno vuelo, como lo hicieran algún tiempo atrás en la llamada “Operación Red Flag” en conjunto con aviones de combate Norteamericanos, cuyos miembros quedaron admirados por la capacidad y profesionalismo de los aviadores de esta remota región del continente.

Tras algunas horas de apacible vuelo con escala en Puerto Montt y siempre volando sobre dos capas de nubes que impidieron observar y reconocer los puntos de referencia para el vuelo visual tan importantes para la navegación a estima que se practica en nuestra Escuadrilla del Aire, arribamos al Aeropuerto SCCI, Carlos Ibáñez del Campo. Un poco frustrado por no haber visto aparecer en vuelo a los costados del avión, a los poderosos Mirage Pantera para ser reabastecidos demostrando la pericia de los pilotos y el personal capacitado para la difícil maniobra, seguramente los mismos con quienes volamos, descendimos en el moderno aeropuerto más austral del mundo que nos acarició con sus ráfagas de viento que mantienen las mangas o catavientos como si estuviesen almidonados.

Sin percatarse que teníamos una demora que tendía a alterar el programa previamente establecido, un gentil aviador me invitó junto a otro, a departir un sándwich y un café en el atractivo restaurante del aeropuerto, sin notar que el resto era conducido raudamente al bus que nos esperaba. Nos vinieron a buscar, pese a que la amable atendedora vació nuestros cafés a un vasito de plástico, solo pude consumir la mitad, dejando el resto en una mesa abrigando la esperanza que al regreso aun permaneciera.

Fuimos recibidos por cada uno de los señores oficiales y del propio Comandante en Jefe de la IV Brigada Aérea, General don Federico Klock, siendo muy grato el reencuentro entre quienes ya se conocían, particularmente me agradó volver a ver a un antiguo miembro de la Escuadrilla del Aire, el aviador don Eugenio Rojas De Jhon.

Concluido el almuerzo en el que me distraje un tanto admirando la espléndida distribución del casino, bañado de luz natural, nos condujeron a nuestros aposentos ubicados en el Pabellón de Oficiales de la Base, distante a unos cuantos metros del hermoso casino que más tarde tuve la oportunidad de admirar en detalle: un perfecto trabajo de arquitectura donde se cumplen los tres conceptos fundamentales de una buena obra: Funcionalidad, Estética, Resistencia.

Una vez aposentados nos dirigimos al auditórium, allí nuestro anfitrión el General de Brigada Aérea (A) Don Federico Klock Cruz, nos dio una vez más su bienvenida, haciendo gala de su sentido del humor intercambiando con nuestro Presidente, como ya lo hicieran en el comedor, amigables puyas acerca de cual era la primera Brigada Aérea del país. En una sentida exposición el General Sr. Klock nos informó acerca del papel que cumple esa prestigiosa Brigada, que indudablemente llena de orgullo a todo chileno bien nacido. El auxilio oportunamente prestado a los náufragos del barco de turismo recientemente acaecido, constituye de por sí un hecho que destaca la alta preparación de su personal, además marca un real hito de soberanía en el Territorio Antártico que a nuestro país le corresponde. Aparte de la función estratégica de esa importantísima Brigada, es digno de destacar el importante papel que ella ejerce hacia la comunidad, comunidad cuyos accesos, distancias y clima no son nada fáciles, sin embargo la oportuna atención a enfermos; traslados de parturientas; heridos; escolares; atenciones dentales; en fin, toda una labor que realizan, bajo cualquier condición de tiempo, sin mayores aspavientos, hacen comprender el verdadero orgullo que sienten quienes sirven en esta más que prestigiosa Brigada Aérea.

Al término de la exposición, nos dirigimos a visitar las unidades internas de la Brigada, ellas en un rasgo más del aprecio que nos hicieron sentir, montaron exposiciones estáticas de los elementos con que cuentan. Pudimos observar el mortífero armamento del Grupo de Defensa Antiaérea, personal de ese Grupo nos explicó el papel desempeñado por las unidades y la forma de operarlas, atendiendo las consultas formuladas, con la buena voluntad y profesionalismo que les caracteriza. En el hangar contiguo se mostraba el equipo con que operan los Comandos, ellos atendían nuestra curiosidad y consultas. El riguroso entrenamiento que reciben quienes son aceptados como Comandos, los capacita para actuar en una serie de maniobras en extremo dificultosas como el descolgarse de helicópteros para operaciones de salvamento bajo condiciones de extremo peligro; operar como hombres rana en misiones específicas, y desde luego son diestros paracaidistas, que en la zona, los vientos no los intimidan. Todos ellos están capacitados y preparados para prestar los primeros auxilios y trasladar a los heridos rápidamente al hospital más cercano. Para ello cuentan con los elementos técnicos necesarios para salvar vidas.
Fuera del hangar un versátil DHC – 6, Twin Otter pintado de rojo y con patines especiales para aterrizar en la nieve, había llegado recientemente del territorio antártico. Pudimos observar, dentro de su fuselaje, el gran estanque de combustible auxiliar, para cubrir la enorme distancia que hay entre Punta Arenas y la Base de la Fuerza Aérea en el Territorio Antártico.
Los DHC-6 pertenecen al Grupo de Aviación N° 6 que también cuanta con helicópteros Bell – 412.
El personal de éste Grupo ha realizado numerosas hazañas, como la acontecida en 1995 en que dos Twin Otter alcanzaron el Polo Sur, sus pilotos han llegado con ellos a remotos lugares del continente helado.
Así se hace soberanía.

A muchos nos llamó la atención, cuando desde el bus ingresábamos a la Base Aérea Chabunco, unas extrañas construcciones en forma de túneles paralelos y semi mimetizados con el terreno, hacia allá ahora nos dirigimos desafiando el viento que al ir subiendo hacia la loma bajo cuyo costado aparecieron estos refugios que guarnecen semi ocultos hangares, nos hacía vacilar, no eran ráfagas, era un viento permanente que calculo con un par de nudos más, nos voltea.
De lo alto y azotados por el viento, como si éste quisiera alejar a quienes osaban escudriñar lo que estas construcciones encierran, pudimos percatarnos que eran hangares especiales desde donde emergen los cazas y aviones de ataque prontamente para cualquier misión que deban cumplir. Aunque el viento no permitía escuchar bien las explicaciones que nos daba el oficial que nos acompañaba, vimos como el personal que los atiende, está preparado para solucionar sobre la marcha cualquier contingencia, aun con los motores en marcha, pues el tiempo forma parte de la misión misma.
Desde las fauces surgieron raudos dos A-37 dirigiéndose hacia la pista de despegue situada a corta distancia. Tronando alzaron vuelo, pronto dos Mirage 50 Pantera cruzaron el cielo para interceptarlos. Estábamos viendo un juego de guerra, estábamos viendo un ejercicio demostrativo especialmente preparado para nosotros. El copiloto de uno de los Mirage era el Coronel Navarro.

Emocionados aun y afirmándonos bien en el terreno para que el viento no nos tumbara, nos dirigimos a un espacioso hangar, aposentado en su interior un A-37 Dragonfly rodeado de las diferentes bombas, munición y armamento que puede portar según sea su misión. El Grupo de Aviación N° 12 es el que tiene a cargo toda la dotación de estos aparatos. Un joven oficial ataviado con el buzo de vuelo nos explicó las características de éste legendario avión que por alrededor de treinta años, ha cumplido con creces los requerimientos por los cuales la Fuerza Aérea lo adquirió, habiendo formado a través del tiempo, excelentes pilotos de combate; los “Tigres Australes” son los pilotos que en la hermosa zona magallánica los operan. Será recordado también como el primer avión que fue reabastecido en vuelo por el tanquero “Águila”, el mismo que nos trajo. Le consultamos sobre su tenida de vuelo, muchos de nosotros nunca la habíamos visto, nos explicó en detalle sus características destacándose el traje antiexposición incomodo pero que permitiría a un piloto sobrevivir en las gélidas aguas australes por unos veinte minutos aproximadamente. En mi interior rogué para que nunca a estos osados hombres del aire, le sucediera un percance que lo obligara a usarlo.

Pasamos al refugio contiguo: El Mirage 50 Pantera.
Es el actual material de vuelo del Grupo de Aviación N° 4
Mítico avión que sabemos pronto dejará de prestar sus servicios a la Fuerza Aérea. EL Comandante del Grupo, uno de sus pilotos e instructor, que por más de quince años lo volara, nos explicó sus características destacando que se encontraban totalmente operativos, sin embargo su costo de mantención y la dificultad para encontrar repuestos, hacían necesario retirarlos del servicio. El que estaba siendo exhibido junto con todo su potencial bélico, sería en pocos días más destinado al Museo Aeronáutico.
Al M-50 se le introdujo en nuestro país, una serie de modificaciones, siendo una muy importante el montaje de las aletas colocadas paralelamente sobre el inicio de sus alas delta, aletas “Canard”, que permiten un mejor comportamiento aerodinámico del aparato, ésta y otras modificaciones, como un nuevo tren de aterrizaje, cambios en la aviónica, etc. fueron ejecutadas en Enaer. El avión así modernizado pasó a llamarse “Mirage Pantera”, un caza bombardero con capacidad de operar en cualquier parte del territorio aun bajo condiciones climáticas adversas por su gran alcance, velocidad y altitud, que pronto pasará a retiro.
Consulté al Comandante si sentiría nostalgia cuando dejara de volarlo, respondiéndome indudablemente que sí, mas primaba el saber que, dentro de la Institución, había cumplido con creces su papel y había que adaptarse a las nuevas necesidades y tecnologías que permitieran estar siempre a la vanguardia, preocupación constante de los altos mandos para dotar a su personal y al país de los más modernos medios a su alcance.
Pienso que luego de más de quince años volándolo y enseñando a volarlo, al verlo partir, el Comandante sentirá un nudo en su garganta.
Concluía nuestra visita, nos dirigimos al bus, su conductor esperaba con la paciencia y buena disposición que en todo momento nos demostró.
La vista de un Beechcraft C-45 estático, me trajo recuerdos de mis tiempos en la Escuela de Aviación desde donde tantas veces los viera despegar.

El bus nos dejó frente a la zona franca conviniendo una hora determinada para recogernos en el mismo punto.
Varios aviadores solucionaron el problema de los regalos navideños recorriendo los locales del bonito recinto.
Abrigando la esperanza de dar una vuelta por la plaza Muñoz Gamero en cuyo centro se encuentra el monumento a Hernando de Magallanes, para sobarle el dedo gordo al patagón que descansa a sus pies, llegó la hora. No se pudo; nos esperaba el General Klock en la hermosa y bien conservada mansión que alberga el Casino de Oficiales, donde del todo relajados, disfrutamos junto a los señores oficiales, de un muy bien servido lomito party que fue nuestra muy simple pero amistosa retribución a la cordialidad y muestras de afecto demostradas hacia nosotros, las sinceras manifestaciones de aprecio que nos brindaron, deben dejarnos más que agradecidos obligándonos a ser muy dignos representantes de la noble institución. La gentileza de los señores oficiales trasunta la admiración y respeto que sienten hacia su Comandante en Jefe, aviador de tomo y lomo, cuya piocha roja cuando ya no vista el azul uniforme que con prestancia ha llevado durante largos años de su vida, quedará grabada en su corazón.

Eran las 10:30 de la noche y aun estaba claro, pero la noche se hizo vieja cuando abandonamos el casino de vuelta hacia la base, tal vez recién entonces el cansancio se hizo presente.

Temprano, al día siguiente, nos aprontamos para el regreso. Reconfortante desayuno, una última mirada a las instalaciones, y cargados con el equipaje al bus.
En el restaurante del aeropuerto pude comprobar que ya no estaba el vasito de café, me dispuse a hacer la cola en el mesón de embarque, para luego pasar por los controles.
¡Sorpresa! Un terrorista pretende abordar; lleva en su bolso un cortaplumas. Inicialmente la vergüenza me impulsó a perderlo, sin embargo el apego que le tengo al Wenger negro, que hace años me obsequiara una querida persona, me hizo consultar como podría solucionar el vergonzoso asunto. Mandarlo por equipaje, me respondieron. Corrí hacia el mesón de embarque para entregar el bolso con el bendito cortaplumas dentro, pero ya estaba cerrado.
Nuevamente la buena voluntad y tremenda gentileza demostrada por la oficialidad hacia nosotros, se impuso. El comandante que nos fue a despedir llamó al encargado de seguridad entregándole el cortaplumas; lo recobraría en Santiago a cambio del ticket que me fue entregado. Afortunadamente no íbamos a Estados Unidos; todavía estaría dando explicaciones dentro de un cuchitril, a mi propia sombra.
Por un descuido se me quedó el cortaplumas en el bolso que el fin de semana anterior me había acompañado en un vuelo hacia la Victoria de Chacabuco, para pasar una noche bajo las alas, dado que el cortaplumas tiene sacacorchos, cumpliría un importante papel esa noche.
Valió sin embargo, para amenizar más el viaje, tanto como la espera de las centollas que dejó de lado el característico humor del Brigadier Mayor de la V Región, Nino Bozzi, quien junto a la relacionadora pública de esa Escuadrilla, deberían abordar el bus antes que cerraran la carretera debido al peregrinaje de la Virgen de Lo Vásquez.
Mal que mal son centollas, cual famosas divas se hicieron esperar.

Culminaba un viaje en el que nada faltó, la poesía también estuvo presente.
Nuestro presidente, durante el lomito party en que culminaron las acciones del día de nuestra visita, leyó un poema escrito por el poeta don Enrique Silva, dedicado a Águilas Blancas, que líricamente y con mucho sentimiento, expresa lo que somos.
La presencia de la única mujer que nos acompañó, doña Lyssette Sotelo, también fue poesía.

Aviador Güelfo Alessandrini C.

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